Por Ivette Milo
Noche de sábado. Una audiencia pequeña pero sólida se instala alrededor del escenario de Bajo Circuito. Las luces se apagan y dos siluetas femeninas hacen acto de presencia. Empieza la música. Los acordes de “El lado oscuro de tu corazón” abren el acto. Un letrero de neón rosa se enciende en la parte trasera del escenario. Dice el nombre de la banda: Marineros.
Así es, el dúo chileno conformado por Constanza Espina y Soledad Puentes presenta su primer show en solitario en la Ciudad de México, luego de haber formado parte del festival Ceremonia apenas unos días atrás.
Poco a poco, el recinto se va impregnando de un pop melancólico y seductor con reminiscencias de Mazzy Star y Cocteau Twins. Los tracks que conforman el disco O Marineros desfilan y las personas que integran el público las corean con familiaridad y emoción, como si estuvieran cantando en la sala de sus casas. “Oh oh”, “Espero” y “Sueños” complacen los oídos de sus seguidores. Las chicas hacen una pausa y Constanza intercambia palabras con la audiencia.
Concluye diciendo que los mexicanos son “chidos”.
El concierto llega a la recta final. Constanza se acerca al micrófono, Soledad se aferra a la guitarra y la caja de ritmos hace el resto. “Cae la noche” sirve de colofón para una velada musical íntima y directa. Las chicas se despiden.
En efecto, la noche ha caído. Y es entonces cuando todo comienza.
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