Fotos OCESA (LULÚ URDAPILLETA / JOSÉ JORGE CARREÓN)
Por DANIEL OCARANZA
Una larga fila que con el tiempo comenzaba a volverse más extensa por la unión de cientos y cientos de personas a esta, era lo que se podía observar cuando el Electric Daisy Carnival 2014 comenzaba a rozar la plenitud. Esta no se trataba de una hilera para disfrutar más de cerca el house sueco que Cazzette podía ofrecer el primer día, o para deleitarse con el estilo de sonidos progresivos que Mat Zo presentó el segundo día, sino más bien, para gozar de amenos juegos mecánicos, sí, para poder llegar a las ansiadas distracciones, que con nombres como Galactica, La Torre, Star Fire o Cyber Loop atraían a las miles de personas que decidieron acudir los pasados días a la primera edición celebrada en nuestro país de este jolgorio electrónico.
Pueden ser diversas las razones por las cuales el público decidía gastar su tiempo formado en una fila para pasar unos minutos en los mencionados juegos mecánicos en lugar de estar al frente de sus DJs favoritos; sin embargo, quizás la más obvia de todas, es porque simplemente para muchos de los asistentes, el EDC se convirtió en nada más que en un simple pasatiempo, en donde actos como Headhunterz o Showtek, sirvieron solo como pretexto para disfrutar del colorido y todo el entretenimiento ofrecido en el Autódromo Hermano Rodríguez.
Bastaba simplemente con ver alrededor unos cuantos minutos, para distinguir a la audiencia presente; jóvenes que precisamente apenas habían entrado en esa etapa de la vida, con gafas de múltiples formas y tonos, presumiendo en cada parte de su ser, el color, que mientras más fluorescente fuera, más identificados les permitía sentirse con el festival.
Los torsos descubiertos, los brazos torneados y relucientes, los extraños rituales para cortejar por parte de extranjeros y compatriotas, las clásicas coronas y collares de flores femeninos, las aún reinantes camisetas Abercrombie & Fitch, y el buscar los rayos solares cual reptiles descansando en las zonas verdes en plena concurrencia, fueron algunas de las estampas comunes en el festival famoso por derrochar calidad y producción en cada rincón donde se lleva a cabo; incluso hasta en el escenario más reducido de este, pues el pequeño tamaño del que recibiera el nombre de Mayan Art Car, no impidió que decenas de bailarines con festivos atuendos, así como disparos de llamaradas arriba de este, adornaran y dieran vida a las interpretaciones llevadas a cabo; características que le han permitido al EDC, situarse como uno de los más importantes de su género a nivel mundial.
Sin embargo, a pesar de darle prioridad a esta mencionada majestuosa producción, múltiples actos brillaron por su propia calidad, no dejándose de apoyar en las cientos de luces e imágenes que aparecían en las pantallas que colgaban sobre cada escenario; casos concretos como los de Gorgon City, TJR, AraabMusik, o incluso A-Trak, quien a pesar de los irónicos inconvenientes que le hicieron extender la espera de los presentes, deleitó a cada uno de quienes respetaron la cita pactada en el circuitGrounds; asimismo, Borgore dio muestra de su brillantez a través de su vivaz dubstep y su arriesgada forma de producir sonidos más allá de los prefabricados, destacando de esta manera entre decenas de actos más que se veían refugiados entre sonidos y mezclas que iban desde The Who y Nirvana pasando por Guns N’ Roses, hasta llegar a Bruno Mars, Rihanna o Miley Cyrus.
Los repetitivos coros de la audiencia en cualquier acto del que eran espectadores, o los brincos y saltos desmesurados que daban vida al evento, así como las vibraciones y zumbidos que viajaban hasta resonar en los miles de baños portátiles, quizá no fueron suficientes para satisfacer al mismo público reunido en la ciudad de México, quienes extrañamente hacían notar un hueco musical en el festival al refugiarse en las diversas distracciones existentes en este, resaltando al mismo tiempo, el trayecto que el Electric Daisy Carnival debe recorrer en la edición de nuestro país, para hallar así su propia identidad.