Por Ernesto Olvera
Nika Roza Danilova siempre ha buscado la manera de reinventarse a sí misma para no estancarse en los estigmas goth que fue cosechando desde que ofreció su primer concierto en una pizzeria, el cual más allá de ser un desastre en todos los sentidos, dio pie a que se fuera desarrollando como artista por diferentes facetas. Como Zola Jesus, desde un inicio se planteó la idea de hacer noise y lo hizo, en Tsar Bomba y con tan sólo 19 años de edad, Nika compartió con el mundo su envolvente e intrigante tonalidad vocal que iba flotando a través del misterio y la oscuridad que poco a poco se ha ido aclarando para darle una mayor personalidad a su estilo de composición..
Pero ella no solamente se quiso quedar con la figura de una simple princesa goth de nuestros tiempos, así que se fue poniendo objetivos cada vez más ambiciosos que en menos de 6 años los ha ido cumpliendo. Uno de ellos era el poder crear un álbum con una orquesta completa, el cual fue lanzado el año pasado con el nombre de Versions después de que se pusiera a trabajar con la leyenda industrial Foetus. En él, era más evidente el alcance que puede llegar a tener Zola Jesus de un momento a otro, ya que al eliminar la distorsión de New Amsterdam y la etérea oscuridad de The Spoils, Nika ha desnudado por completo la palpable belleza de su voz. Con los álbumes mencionados, se encargó de poner en el ojo del huracán a uno de los mejores sellos discográficos de la última década, Sacred Bones Records, y por ende se convirtió en el estandarte de la disquera con base de operaciones en Nueva York.
Taiga es el nombre de su nuevo álbum de estudio y, si bien no encontramos canciones como «Clay Bodies» y «Night», si es un álbum en el que tenemos acceso al pasado y presente de Zola Jesus, en el cual ejerce su poderío de un modo muy particular al poner al centro de las canciones su voz para demostrar que su estilo de composición no es exclusivo de pasajes oscuros, sino que también le puede inyectar un poco de luz. Con ello, en la fragilidad de «Dust» y el pulsante synth de «Hunger» se expone la notable influencia que tiene de figuras como Kate Bush, a diferencia de lo que ocurrió cuando lanzó su apabullante colaboración con LA Vampires, en donde sus embrujantes tonos vocales de inmediato nos recordaban a Diamanda Galás y Siouxsie Sioux.
Esta cristalina odisea nos recibe con el corte que justamente le da nombre a Taiga, el cual se va desarrollando con una frenética secuencia electrónica a-la Aphex Twin que nos sumerge de lleno de un imponente arreglo de trompetas, mismo que le da un enfoque completamente diferente a un álbum que fue presentado con «Dangerous Days«. La producción es impresionante y en cada canción existe un instrumento que se encarga de elevar los volúmenes de la atmósferas y así, es cómo Nika está cumpliendo otro de sus objetivos: el salir de su propia claustrofobia. Más allá de ser una reinvención, Taiga es una evolución en la carrera de Zola Jesus, ya que el impulso goth con el que la conocimos sigue presente en su corazón, sólo que en las pulcra estética de este material está cubierta con atuendos imperiales que la siguen consolidando como una de las mejores de los últimos años.
Taiga representa algo muy grande para ella; Taiga es el álbum con el que tomó la difícil decisión de abandonar a su familia de Sacred Bones Records para unirse a las filas de Mute. Pero además, al haber regresado a su tierra natal para componer esta elegante producción, hizo que las canciones tengan un enfoque más personal con el que nos convierte en cómplices del sentimiento natural que le dan vida a «Ego» y «Lawless». Tal vez los mejores momentos de Zola Jesus fueron los que presentó en Stridulum, pero al aclarar la elegante oscuridad que nos enamoró de sus primeros lanzamientos y las colaboraciones que realizó con proyectos que van desde Former Ghosts y Burial Hex hasta Orbital y M83, hacen que con este material se solidifique aún más su maravillosa imagen de princesa goth.