Foto Sergio Bautista / OCESA
Por Wally Bonanza / @wallybonanza
Jake Bugg sólo necesitó dos cosas para volarle las hormonas a las niñas: una guitarra y su voz en proceso de madurez. Hay bandas que llevan años de vida sonora y ni un Pasagüero, por mencionar un venue conocido, pueden llenar. Con apenas 20 años, Bugg logró que su porte inglés encantará por tercera ocasión a la ciudad.
Creí que en su lapsus brutus Juan Cirerol había decidido retirarse de la música, lo cual fue un aparente engaño. Por mucha comparación a Johnny Cash que le hagan, él ha definido un sonido único que pocos lo digerimos con gusto. Asumo que muchos papás se quedaron con los ojos abiertos e incluso se preguntaron qué fregados estaban escuchando sus retoños. Sí, señor: cínica brutalidad lírica. Lo mismo que Jake pero con dos rayitas abajo de intensidad y en inglés. Se necesita estar en un mood tolerante para entender y aceptar a un telonero así. A mi gusto fue un relleno innecesario.
Aunque parece un frontman sumamente introvertido, tiene escuela de británicos como Noel Gallagher, Ian Brown y un ligero toque de diva queen al estilo Morrissey. Creen que nadie puede llegar a la cumbre donde se han posicionado y sí, lo están. Supo colocar sus hits y tracks de sólo dos producciones en un buen setlist. Incluso aprovechó para cantar dos covers: “Killing Floor” de Howlin’ Wolf y “My My, Hey Hey (Out of the Blue)” de Neil Young.
A veces se sufre en este tipo de gigs, pues es la poca apreciación hacia los sonidos de parte de los asistentes llega a incomodar. Cuando esperas que la guitarra acústica te penetre hasta los huesos, a una niña ya le salió un grito desafinado que rompe tu inspiración. Ni modo, lo entiendes por el rush, la edad y género musical. Por supuesto que no deseo encasillar a qué gente le va mejor cierto estilo melódico pero sucede. Aunque es digno de destacar que alguien tan joven tenga una diversidad de fanáticos desde la niña que apenas abre sus oídos a la música hasta los tímpanos más veteranos.
Lo que resta decir es que Jake Bugg rompió de nuevo las bocinas del José Cuervo y dejó una buena experiencia para los que no habían tenido chance de verlo. Ahora hay que esperar que pase tiempo para que lo extrañemos y no lleguemos a aburrirnos de él con dos presentaciones por año.