Por: Diego Álvarez Rex
Fotos: David Barajas
Cuando suscitan eventos tan únicos y especiales en la historia de la música nacional, sea la reunión de un grupo capaz de llenar estadios o una banda que decide girar tocando uno de sus discos más célebres de principio a fin, uno hace lo que puede para estar ahí y ser parte de esa irrepetible sensación colectiva tan intensa y tan especial de ver un acto nacional demostrar porqué pueden tener el mote de “legendarios”.
Massacre 68, una de las agrupaciones de hardcore punk más icónicas y representantes de la música combativa y subterránea de México se reunió sin previo aviso, sin justificaciones o excusas más allá de hacerlo por haberse dado las condiciones correctas: todos sus integrantes originales coincidieron para las festividades decembrinas en México, y siendo que uno vino desde San Francisco y otro desde Finlandia, era ahora o nunca: un primer show tras cinco años de irregulares alineaciones y el primero con sus integrantes originales en más de veinticinco años.
Aunque el concierto se mantuvo relativamente en “secreto” al ser el primero de al menos tres otras fechas confirmadas hasta que los miembros expatriados se retiren de nuestro país, era muy fácil enterarse de la locación y la venta de boletos al preguntarle a los integrantes en sus respectivas redes sociales y, por lo mismo de ser un concierto que a pesar de su magnitud buscaba mantenerse en espectros más íntimos, la sensación de amistad y camaradería inundó los pasillos del Foro a la vuelta del Café Bizarro donde la hecatombe sucedía. Conocidos, amigos y congéneres abrazándose y extendiéndose la mano como sí de una reunión no solo de músicos se tratara, sino de toda una generación que les siguió el paso por décadas.
Así, al punto de las diez de la noche, Thrasher, El Pelón, Pedro, Virus y Aknez tomaron el escenario para condecorar triunfalmente un día en la historia de nuestro país que abrió con la muerte de En Familia… con Chabelo tras 48 años al aire y cerraba con el renacimiento de Massacre 68, “Un día en Pekín” desató la furia y la catarsis en la pista que no pudo ser contenida durante toda su hora de duración. “Sistema Podrido”, “Malditos Candidatos” y “Torturas” de corrido en una sala donde ya volaban compañeros y un tenía que cuidarse de los rodillazos en la cara, y aunque Aknez juraba que hablaría poco durante el concierto, era inevitable sentirse como en casa al recibir alaridos y chiflidos en cada movimiento provocándole sonrisas y hasta carcajadas entre cada canción.
Aunque el grupo declaró haber ensayado apenas un par de días, el ensamble se mostró completo y conciso: duro y a la cabeza. La precisión de Virus en la guitarra fue de las cosas que más se notaron en el conjunto ya que su fiereza y agresividad al tocar realmente eran capaces de paralizar al espectador y no es por nada que los guitarrazos complementados con la velocidad de Pedro hicieran que “Crimines Capitalistas” y “Victima del Vicio” sonaran más pesado que toneladas de metal cayendo del cielo. Son una banda en vivo que es necesario atestiguar.
Por lo mismo de la noche entre amigos, al momento de entonar un par de reversiones a Histeria (“Pelones” y “Liberación”), el vocalista de Xenofobia, otra banda emblemática del hardcore nacional, arrebató el micrófono para acabar con lo que quedaba del público que durante cada canción se molió a pedazos como sí no hubiera un Lunes al día siguiente esperando para ir a trabajar o ir a la escuela si se trataba de los más jóvenes.
Al final, cerrando con su tema homónimo y “No estamos conformes”, Aknez dejó en claro lo obvio: esa noche todos fuimos Massacre 68 y cada persona dentro se encargó de hacer tan especial ese regreso de un muerto viviente, de entonar cada verso de cada canción al momento de tener cerca el micrófono, y son los que escuchamos con atención y damos lo posible dentro de nosotros para mantener vivo el legado de una banda que muchos respetan, han visto crecer o jamás pensamos ver en vivo. No hubo “ellos o nosotros”, fue una noche de solamente “Nosotros”.