Por Francisco Reyes / @warsawx
No Somos Marineros logró hacerse un nombre en la escena musical mexicana a través de sus intensos shows en vivo, llegando a tener una establecida base de seguidores ansiosos por algún lanzamiento de la banda al momento de presentar su álbum debut, Lomas Verdes, el cual no defraudó y llevó a la banda a establecerse como una de las mejores en México.
Ahora, tres años después de su aclamado debut, llegó el momento de conocer el temible segundo álbum: D’arcy.
Lo primero que notamos es un sutil cambio de sonido, el cual favorece los momentos melódicos y suaves que siempre han estado presentes en No Somos Marineros, dejando de lado los gritos desgarradores y pasajes ruidosos que caracterizaban sus canciones. Adoptando un sonido basado en el reverb e influenciado en parte por el shoegaze, D’arcy nos muestra un lado más atmosférico de la banda en el que se notan totalmente cómodos.
Tracks como «Cutlass (’96).», «Gemelos Cóctel.» o «D’arcy.». son algo muy distinto en el catálogo de la banda; emotivos y desgarradores sin recurrir a la agresividad. Mientras que «Je suis un basiur.» y «Googoolows (gugulous).» son más simples y directos, aunque bastante suaves con la voz enterrada en la mezcla, lo cual nos muestra el punto más débil del álbum: la falta de frases memorables.
Considerando que uno de los distintivos en los conciertos de No Somos Marineros son los momentos donde la gente se une para gritar las letras que acompañan las canciones, las cuales no suelen contener muchas frases, resulta sorprendente que D’arcy no se preste mucho a esto, ya que, con la excepción del track «Billy», la interacción banda-público ahora se basa en obtener una respuesta al sumergirse en el sonido y atmósfera y no en gritar apasionadamente las letras.
A pesar de esto, el cambio de sonido en D’arcy se presenta más interesante que decepcionante y nos permite echar un vistazo al prometedor futuro de una de las bandas más emocionantes en la escena mexicana.