Por Ernesto Olvera / @Ernestime
Desde tiempos remotos siempre existieron adaptaciones musicales que iban del inglés al español. Por ahí están los iconos de la oleada del rock & roll en nuestro país con figuras como César Costa y los Teen Tops, los cuales se daban a la tarea de versionar canciones románticas que estaban en los charts de Estados Unidos.
Pero enfocándonos directamente en los 80, durante la década comenzaron a emerger un montón de conjuntos pop que eventualmente hicieron que las boy bands fueran el hit del momento, cosa que de forma obligada hizo que en nuestro país nacieran algunas para seguir los pasos y formar parte de un movimiento que justo cuando parece que llegará a su inevitable final, logra reinventarse de un modo muy extraño.
¿A qué vamos con todo esto? A ningún lado, pero es importante tomar como referencia el fenómeno pop que fue encontrando patrones alrededor del mundo con una ideología que fue destruida por una dupla de chicas que le dio vida a un proyecto que, si bien comenzó a moverse dentro del circuito girly de los 80 con sus vestimentas, terminaron siendo algo mucho más ambicioso, inteligente y sumamente oscuro.
Ellas eran las suecas Strawberry Switchblade.
Yup, sin problemas podemos decir que eran la versión goth de Flans. Su imagen y presencia tenía un carisma bastante peculiar y un lado extrovertido con el que toda persona se puede casar. Jill Bryson era una de las partes que le daba vida a Strawberry Switchblade, pero la que mostraba un imponente liderazgo desde un inicio era Rose McDowall. Su voz tenía una tonalidad inconfundible; era una mezcla entre su lado más angelical y la parte más oscura que eventualmente terminó apoderándose de su corazón para someternos en un abismo de pasión.
Como Strawberry Switchblade solo lanzaron un álbum homónimo en 1985 que logró tener un impactó más allá del pop que se hacía en los 80. La estructura de las canciones tenía algo más especial, era un mágico recorrido de pasión a través de letras subliminales que provocaban una apabullante hipnosis por su colorida imagen. Aprovechándose de ello, la dupla se dio el lujo de tomar el clásico «Jolene» de Dolly Parton y adueñarse por completo de él.
La música de Strawberry Switchblade era hermosa; no era algo que estuviera dominado únicamente por un sintetizador o una máquina de percusiones como las que solían ser explotadas por Madonna o Cyndi Lauper. Desafortunadamente no estuvieron juntas por mucho tiempo, lo cual en parte hizo que en la actualidad tengamos acceso a un mar de grabaciones bastante cautivantes por parte de Rose McDowall, ya que desde que dejó de trabajar con Jill se comenzó a involucrar en proyectos que, de algún modo u otro, no tienen un vinculo taaan directo con el pop, ya que su ideología estaba más enfocada hacía el embrujante espíritu del neo-folk, el post-punk e industrial.
Uno de ellos era Death In June, el siempre influyente acto de neo-folk liderado por Douglas P, que después de haber pasado por una pequeña mutación y cambios de alineación, terminó reclutando a Rose en su esencial The Wall Of Sacrifice de 1989, donde también cuenta con la participación del controversial Boyd Rice y David Tibet de Current 93.
«Giddy Giddy Carousel» es uno de los cortes en donde se puede apreciar la hermosa tonalidad vocal de Rose McDowall en todo su esplendor.
Rose McDowall es una de las artistas más infravaloradas de todos los tiempos, y eso es algo que todo aquel que sepa de su existencia les podrá confirmar. No les estamos echando mentiras, ya que sin importar que su legado no sea tan complejo, todo en lo que se vio involucrada es parte fundamental de las cosas que escuchamos en la actualidad dentro del mundo del dream-pop, artes oscuras y hasta el mismo synth-pop.
A lo largo de su carrera siempre mostró un perfil multifacético que inevitablemente la terminó sumergiendo en una irónica gama de colores dominada por el blanco y el negro. Incluso, después de haber trabajado con Douglas P en el álbum de Death In June, terminó dándole vida a uno de los proyectos más ambiciosos de la época, ya que en Spell terminó trabajando con el mismísimo Boyd Rice.
¿En qué consistía Spell? Bueno, pues básicamente ambos se dedicaron a hacer covers satánicos de las canciones que escuchaban sus papás, comenzando por su clásico Seasons in the Sun; álbum publicado por Mute Records en 1993.
Otra de sus aventuras en las sombras, fue la que emprendió de forma esporádica con Coil, acto compuesto por Peter Christopherson de Throbbing Gristle y John Balance, el cual francamente pensamos que no necesita de mayor presentación, ya que es uno de los exponentes más importantes de la música industrial, sin mencionar que una de sus canciones sirvió para que Trent Reznor decidiera bautizar a How to destroy angels_.
Lo que hizo Rose con Coil tuvo sus pequeñas limitaciones, ya que solamente contribuyó con su voz en «Where Are You?», corte incluido en Musick To Play In The Dark, aunque si le rascan bien al Internet puede que encuentren una rara colaboración que hizo únicamente con John Balance para versionar un clásico navideño.
Como podrán ver, existen un montón de colaboraciones de Rose McDowall, pero al momento de hablar de su importancia también tenemos que enfocarnos de lleno en su lado personal y las cosas que la fueron orillando a crear sus propias composiciones con el alías de Sorrow, aunque este no es precisamente la aventura que suele recordar con más alegría, ya que fue una que era complementada por su ex esposo Robert Lee, principalmente porque en estos momentos ya tiene toda una familia con una de las personas que estuvo fuertemente vinculado con Psychic TV y Coil: Drew McDowall.
Pero enfocándonos un poquito más en Sorrow, este podría decirse que fue ‘la banda’ con la que duró más tiempo trabajando, ya que publicó cinco álbumes de estudio con los que se dejaba dominar por la nostalgia, la depresión y el lado más hermoso de caminar por el mundo sin ilusiones y con el corazón roto. Todo eso era complementado con una exquisita base acústica como en su clásico «Let There Be Thorns» de 2001.
Sin ningún problema nos pudimos haber saltado todo lo de arriba para hablarles sobre los planes que tiene para este año, pero sin caer en cosas complejas, es importante hacerles un mini resumen sobre su historia y las cosas que hay detrás de Rose McDowall para que no hagan el oso y se queden de ‘¿y esa quién es?’.
Lo primerito que sacó por su propia cuenta apareció a finales de los 80 y se trata de un sintético cover a «Don’t Fear The Reaper» de Blue Oyster Cult, que fue desempolvado hace algunos años por Night School Records (sello que suele trabajar con actos como Sally Dige y Group Rhoda) para remasterizarlo y editarlo por primera vez en una edición en vinilo de 12″ que obviamente todo coleccionista debe de tener en su poder.
Ese fue tan solo el inicio de una oleada de cosas que sucedieron en años recientes con Rose McDowall, ya que además de los contados shows que estuvo ofreciendo en 2014, en esa ocasión se juntó con Night School y Sacred Bones Records para desempolvar el contenido de su ultra raro y difícil de conseguir Cut With a Cake Knife; álbum compuesto por una notable cantidad de grabaciones que originalmente estaban contempladas para aparecer en el segundo álbum de Strawberry Switchblade.
Como esas canciones eran autoría de Rose, obviamente terminaron apareciendo en esta producción que solo había sido lanzada en una edición en CD por ahí del 2004, pero ahora por fin se puede adquirir en vinilo, digital y todos los formatos que se encuentren disponibles para que sigan contemplando la belleza, la oscuridad, lo dulce, lo devastador y la maldad que se sigue escondiendo en su interior.
No sabemos si tiene pensado grabar un nuevo álbum, pero la aparición de Cut With a Cake Knife es una excelente introducción musical para todos aquellos que nunca antes habían escuchado su nombre y por ende, que no tenían conocimiento del alcance que tiene. Hagan a un lado la apatía y dejen que su corazón se termine enamorando de ella; la necesitan en su vida.