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NOTICIA

[Reseña] Tame Impala en José Cuervo Salón

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Por Constanza Casamadrid

Jueves 24 de octubre de 2013 y Australia llegó a la Ciudad de México. Eran las 21:30 horas y aunque aún no había comenzado el concierto, el Salón José Cuervo estaba bastante lleno. La gente chiflaba y gritaba cada vez que la música desaparecía porque ya no querían esperar más para ver a Tame Impala.

En el escenario se aprecian dos baterías. Al poco tiempo se ve a Yesco salir y utilizar una de ellas, además de un tecladista y de Alec Sander al frente. Su presentación llena de visuales bizarros y ritmos poderosos con distorsiones casuales sirven como calentamiento para lo que se acerca. Con el final de Yesco se vislumbra la posibilidad de ir por un trago, al baño o a conseguir un mejor lugar.

Aún no se sabe nada de Tame Impala y el lugar está cada vez más lleno. La atmósfera es amena: no hay mala vibra, sino que al contrario, la gente está reunida con el fin de disfrutar rock psicodélico del que es difícil conseguir en esta época repleta de beats electrónicos.

Finalmente salen los integrantes de Tame Impala con Kevin Parker al frente. La gente enloquece y se arremolina hacia la parte frontal del escenario. Por fin los oídos de los asistentes escuchan el característico sonido de Tame Impala, lleno de melodías, phasing, delay y reverberaciones acompañadas de visuales intervenidos por el sonido de los instrumentos, que parecen salir de un espirógrafo o de la playera de algún hippie en los años sesenta.

Los movimientos de la banda son enérgicos pero elegantes y limpios. Todos tienen melena que mover y la manera en la que el baterista Julien Barbagallo toca, invita a moverse y a bailar cada vez más fuerte. Los pedales son protagonistas, pero no más que los pies descalzos de Kevin Parker. La gente parece complacida con el setlist que incluye canciones como «Why Won’t They Talk to Me?«, «Music to Walk Home By» y «Apocalypse Dreams« de su último disco Lonerism, aunque para deleite de todos, la banda toca también éxitos consagrados de su primer disco Innerspeaker como «It Is Not Meant To Be«, «Desire Be Desire Go« y «Why Won’t You Make Up Your Mind?«.

Se escuchan guitarras rítmicas que barritan, y lo que parece una estampida de paquidermos es en realidad toda la gente que brinca y baila al unísono de «Elephant«. Si voltea uno la mirada se puede contemplar toda clase de air guitars y movimientos maestros de mata. Kevin Parker detecta la emoción del público y comenta que es maravilloso, ruidoso y que ha destruido sus oídos: «You crazy mexicans, you’re fucking loud!«

A continuación sigue «Be Above It«, canción que nos remite a The Beatles en su época más psicodélica debido a que el timbre de voz de Kevin Parker es muy parecido al de John Lennon. Eso no es todo: a ratos pareciera que toca Pink Floyd o el mismísimo Hendrix, envolviendo a la audiencia (hayan consumido o no) en un viaje lisérgico. Finalmente llega el momento cursi de la noche en el que Kevin Parker nos invita a aplaudir con él y anuncia que el concierto ha llegado a su final. Lo que no sabíamos aún (y al parecer Tame Impala tampoco sabía) es que para ellos, un encore clásico de una canción no sería suficiente.

Después de un break en el que no sabemos muy bien qué sucedió, lleno de distorsión, individuos en bata blanca y gente coreando ¡Ooooooootra!, la banda sale de nuevo y avisa que tocará su última canción, la que pensábamos que se convertiría en el fantasma de la noche: «Feels Like We Only Go Backwards«. No conformes con volarnos la cabeza de esta manera, nos deleitaron no con una, sino con tres canciones más, para después despedirse ondeando una bandera mexicana y salir del escenario dejándonos atrás con sonidos de guitarras distorsionadas y el recuerdo de un concierto alucinógeno.

Podemos decir que por unas horas, viajamos en el tiempo a los años 60 y vivimos una experiencia musical psicodélica digna de haber podido pertenecer al legendario Woodstock o en su defecto, al nacional Avándaro.

Gracias Tame Impala por hacer que nuestro cerebro viajara con música cósmica explosiva que en vivo suena igual o mejor que en sus discos.

 

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