Fotos German García
Por Ernesto Olvera
A cuatro años de haberse presentado en El Plaza Condesa, Andrew Eldritch regresó a nuestro país con The Sisters Of Mercy para presentar un show con el que únicamente se encargaron de reafirmar el valor y la relevancia que siguen teniendo no solo en las sombras, sino en la música de los últimos 30 años.
Quizá Andrew siempre ha estado en desacuerdo con el hecho de portar uno de los estandartes goth por excelencia, pero con el concierto que dieron en el Circo Volador parece que eso poco a poco le importa menos, ya que si bien cuando comenzó a sonar “Dominion/Mother Russia” de inmediato exclamó ‘quiet’, su presencia sobre el escenario terminó contagiando de emoción a todos los que estaban frente a él. Pero esa emoción no es una que se traduzca en euforia, sino más bien fue una sensación con la que en todo momento nos tenían al borde de nuestro lugar mientras éramos estimulados por una oleada de clásicos como “Alice” y “No Time To Cry”.
El concierto tuvo más de 20 canciones, pero dio la sensación de que la banda solamente vino a hacer lo suyo y ya, esto principalmente porque no son el tipo de acto que suela hacer enormes pausas entre canciones para interactuar con los asistentes. En lugar de eso, fuimos complacidos con nubes enormes de humo y luces azules que se encargaban de cubrir por completo el escenario del Circo Volador, lo cual en parte nos remitió a su clásico vídeo de “No Time To Cry”, solo que con una alineación completamente diferente a la de 1985.
The Sisters Of Mercy no se anduvieron con rodeos en ningún momento y eso es natural, ya que a estas alturas del partido no tienen absolutamente nada qué demostrar, ya que desde el inicio nos recetaron algunos de sus mejores riffs con “More”, “Doctor Jeep / Detonation Boulevard”, “Body Electric” y por supuesto, “Crash And Burn”.
Quizá sea el hecho de que en todo momento se han querido mantener true para no manchar por accidente su impecable repertorio, ya que hay que recordar que desde su Vision Thing de 1990 no han sacado nada nuevo. Por esa razón su concierto no fue tan distinto al del Plaza Condesa; digamos que fue otro grandioso recorrido a través de sus años de gloria con canciones que iban desde “Marian” hasta los cortes que los impulsaron en los 80 como “Lucretia My Reflection” y su obligadísima “This Corrosion”, canción con la que se encargaron de concluir su presentación después de dos pequeños pero muy efectivos encore.
Los años no han pasado en vano por cada uno de ellos, comenzando por el mismo Andrew, que si bien ya no tiene el porte que lo consolidó como un rey de las sombras, sus cuerdas vocales siguen sonando de forma impecable y eso es algo que siempre nos terminará erizando la piel cuando se sube a un escenario.