Fotos Diego Figueroa
Por Ernesto Olvera / @MyBlogCliche
Nine inch Nails es una institución musical que con el paso de los años se ha ido reinventando de forma brillante.
¿Por qué es una institución? Bueno, pues además de Trent, su alineación se compone de músicos que son todos unos expertos en el arte de la experimentación sonora y la composición musical, tal es el caso de Atticus Ross y Alessandro Cortini, quienes se han hecho de un status bastante respetable en las artes electrónicas, mientras que Ilan Rubin también ha logrado establecerse con The New Regime y… bueno, ¿qué decir de Robin Fink? Su imponente presencia sobre el escenario habla por sí sola.
Si bien Trent Reznor ha dicho en varias ocasiones que ya no es aquel adolescente enojado que terminaba cubierto en lodo durante sus conciertos, eso no quiere decir que su energía ha sido mermada por la edad, sino todo lo contrario. Digamos que ese poderío que fue construyendo desde los 80 se va transformando al igual que las minimalistas secuencias industriales que suelen dominar sus canciones.
Para muestra de su dominio estuvo su presentación en el Plaza Condesa que, para ser en un venue mucho más íntimo para una banda con dimensiones tan grandes, era muy fácil imaginar la devastación sonora que se estaría acumulando dentro del lugar, y así fue. En cuanto aparecieron sobre el escenario con «Branches/Bones» y»Wish», fue como si estuviéramos siendo arrollados por un tren sin frenos; uno que no tenía pensado detenerse o hacer lo posible por bajar su intensidad, ya que el complemento visual por medio de flashes, estrobos y cortinas de humo se encargó de fortalecer las capas de poder que se aplastaban entre sí.
Siempre es un cliché y de cierta manera se siente muy vago hablar sobre el furor de las personas, pero en esta ocasión es inevitable no hacer mención de la notable entrega que tuvieron los asistentes que estaban hasta adelante y en medio desde el inicio. Coreaban, saltaban e incluso se olvidaron por un momento de su celular para sacar la energía que estaba escondida en su interior con “March Of The Pigs”, «This Isn’t The Place» y «Sanctified».

Ver directamente a los flashes tiene un efecto predecible; sus ojos se van a cegar y su mente comenzará a jugar con su pensamiento al crear imágenes que probablemente no son reales. Trent Reznor ama hacer eso con el espectador al brindarle una experiencia con la que pueda regresar a casa completamente extasiado, por lo que ser víctima de las luces en canciones como “»Happiness In Slavery» provocó una profunda sensación de placer.
El espectro de Nine Inch Nails tiene una textura ácida, oscura y que con el paso del tiempo se va sintiendo más pesada. Es como si algo nos estuviera asfixiando cuando aparece el exquisito puente instrumental de «God Break Down the Door» con todo y el saxofón. Esas vibraciones que provoca Nine Inch Nails han ido mutando en cada gira y con Cold and Black and Infinite Tour da la impresión de que la banda finalmente encontró el equilibrio que estaban buscando.
Su setlist fue muy diferente al del Corona Capital y aunque muchos pedían a gritos el cover de «I’m Afraid Of Americans» luego de su speach en contra de Donald Trump, la banda optó por interpretar algunos de los temas preferidos de Trent durante el encore, tal es el caso de «The Day The World Went Away», «Even Deeper» y por supuesto, su magnífica «Hurt».
Después de lo vivido en el Plaza Condesa, no queda más que decir que Nine Inch Nails es y siempre será un ensamble de perfeccionistas.

Setlist
Branches/Bones
Wish
Letting You
March of the Pigs
This Isn’t the Place
Sanctified
Reptile
Sin
Help Me I Am in Hell
Happiness in Slavery
God Break Down the Door
Gave Up
The Great Destroyer
Burning Bright (Field on Fire)
Survivalism
The Hand That Feeds
Head Like a Hole———————————-
The Day the World Went Away
Even Deeper
Over and Out
Hurt





