Por Steff Torres / @stefftorress
“En aquella época, Henri donnadieu decidió abrir las noches de los jueves al rock en vivo, tras las bandas nacionales entró un público enteramente nuevo: mi generación, los chicos de clase media de la Ciudad de México, que hizo de El Nueve un espacio de experimentación artística y sexual ( también heterosexual). El Nueve se agregó a una pequeña explosión de cultura joven, que el país y la ciudad no experimentaba desde 1968” – Guillermo Osorno
Cuando leí Tengo que morir todas las noches de Guillermo Osorno, me pareció increíble la crónica que nos regaló de unos años 80 lleno de arte, experimentación, música, glam, arrestos, VIH y actitud, sucesos de los que poco se tiene registro y que el director Hari Sama ha retomado y recreado en Esto No Es Berlín.
Esta cinta de Hari Sama, está situada en 1986 previo a la Copa Mundial de fútbol y pone sobre la mesa una escena underground nacional que poco ha salido de los meandros subterráneos en los que se gestó, a pesar de su relevancia al volver las noches de esta ciudad más interesantes, divertidas y electrizantes a ritmo de post-punk y synth-wave.
La historia se centra en el descubrimiento sexual y cultural de Carlos (Xabiani Ponce León) y su mejor amigo Gera (José Antonio Toledano) catapultado por su primer visita clandestina al bar Aztec, donde por primera vez se adentraron en un universo donde no necesitaban aparentar nada para ser aceptados. Es aquí donde la similitud y empatía se hace presente para las nuevas generaciones, que han encontrado en la última década refugio en lugares como: The Real Under, el extinto Dada, el Centro de Salud o La Mezcalli.
La noche para estos amigos se vuelve su lugar seguro, pero también se ven seducidos por los excesos que la acompañan. De apoco y con ayuda de Rita (Ximena Romo), hermana mayor de Gera, y el colectivo de artistas vanguardistas que entran y salen de este bar, encontraron sus lados más transparentes y oscuros.

Resalta la fotografía, la música (donde entre Roxy Music, Joy Division y Tones of Tail, también participan los nacionales Werner Karloff y Hoffen) los escenarios cubiertos de luz neón, la mención a Patti Smith, así como los detalles simbólicos de las escenas grabadas en La Quiñonera, Ecatepec y los performances.
La velocidad de la cinta se pierde por momentos, hay diálogos que se sienten forzados y temas que se podían haber explorado más, pero la verdadera fuerza de esta película recae en que cuenta parte de nuestra historia de forma íntima y real, para compartirla con miles de personas que ni siquiera sabían que existía y ahora pueden interesarse en ella.





