Fotos: Óscar Villanueva
Por Felipe Corrales
Por primera vez Michael Kiwanuka se presentó en la CDMX. Un show sold out que nos hizo llorar y vibrar a través de toda la discografía del cantante.
Desde el primer acorde, Kiwanuka convirtió su concierto en una experiencia inmersiva. Con una presencia magnética y una interpretación honesta, el británico cautivó al público con una mezcla perfecta de sensibilidad y fuerza. Su capacidad para conectar con la audiencia no radica en grandes gestos ni en artificios visuales, sino en la autenticidad con la que transmite cada nota.


Acompañado de una banda impecable, Kiwanuka permitió que cada instrumento respirara, creando una atmósfera envolvente donde el soul, el folk y el rock psicodélico se entrelazan con naturalidad. El groove de la batería, los matices de la guitarra y la calidez de los coros hicieron que cada tema se sintiera como una conversación íntima y al mismo tiempo, una celebración compartida.
Algunas de las canciones que pudimos escuchar durante esta noche fueron ‘One More Night’, ‘Solid Ground’, ‘Light, Hero’, ‘You Ain’t the Problem’. Su voz, profunda y llena de matices, fue el hilo conductor de una noche que osciló entre la introspección y el desahogo.




Sin necesidad de excesos, Kiwanuka dejó que la música hablara por sí sola, con pausas medidas y silencios que resonaban tanto como sus notas más altas.
La emoción era palpable, con momentos en los que el público se entregaba por completo, inmerso en la nostalgia y la esperanza que impregnan su obra. Para cerrar la noche pudimos escuchar ‘Home Again’, ‘Rest’, ‘Cold Little Heart’, ‘Love & Hate’
Al final del show, quedó claro por qué Kiwanuka es una de las voces más auténticas de su generación. Su presentación no solo fue un concierto, sino un recordatorio de la belleza que existe en la honestidad musical, en los matices y en la capacidad de hacer que una multitud se sienta parte de algo profundamente personal.


