Fotos: Óscar Villanueva
Por: Felipe Corrales
Con Silent Alarm, Bloc Party no solo definió su estilo, también marcó a toda una generación. A casi dos décadas de su lanzamiento, el álbum se consolida como una pieza esencial del indie rock de los 2000, un dulce y poderoso recuerdo que aún retumba en la memoria colectiva.
El grupo londinense ofreció un concierto cargado de emoción, donde la nostalgia se mezcló con una energía viva. La presentación osciló entre la introspección melódica y el caos rítmico que los caracteriza. Desde los primeros acordes de “So Here We Are”, la atmósfera se impregnó de una emoción contenida; el delay hipnótico de la guitarra y el tono melancólico de Kele Okereke volvieron a demostrar que Bloc Party tiene un sonido inconfundible.
Con entusiasmo evidente, Okereke se mostró agradecido y feliz durante todo el show, conectando con el público a través de una interpretación sólida y apasionada. Temas como “She’s Hearing Voices”, “Hunting for Witches”, “Mercury” y “Price of Gasoline” dejaron claro cómo ha evolucionado el grupo, explorando terrenos más rítmicos y electrónicos sin perder identidad. Por otro lado, canciones como “Blue Light” y “The Pioneers” tocaron fibras profundas, evocando esa primera vez que escuchamos un álbum que nos voló la cabeza.
Momentos álgidos como “Banquet” y “Song for Clay (Disappear Here)” desataron coros masivos y baile desenfrenado, recordándonos que Bloc Party sigue siendo sinónimo de intensidad. En el encore, “Helicopter” y “This Modern Love” marcaron el clímax de la noche, mientras que el cierre con “Flux” y “Ratchet” reafirmó su vena experimental y su amor por la pista de baile. Bloc Party no ha perdido ni una pizca de vigor.
El show fue mucho más que un repaso nostálgico: fue una celebración del presente de una banda que, a pesar de los cambios, sigue tocando con urgencia, fuerza y corazón. ¿Te acuerdas de la primera vez que escuchaste “Like Eating Glass”? Bloc Party sí, y te hizo sentirlo de nuevo.
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