Tim Hecker
Virgins
Kranky
Calificación: 85%
Por: ERNESTO OLVERA
Por más de una década, Tim Hecker ha venido fortaleciendo el espíritu natural que lo ha empujado a crear sonidos que por lo regular no son explotados por completo. Aquellos en los que una simple ambientación que pueda acompañar nuestro cuerpo en un entorno compuesto de los objetos más comunes, es transformada en un oasis instrumental que poco a poco va aumentando de volumen hasta cobrar una forma única. Algo así como una pieza de arte ante la cual un simple niño se puede quedar congelado de tan sólo ver los elementos que la componen, sin siquiera saber qué es lo que realmente está viendo a unos cuantos centímetros de él.
Puede haber un poco de impresionismo en la desorientada estructura de sus composiciones, pero al final del día existe una singular belleza que hace de su atípica distorsión algo que no tiene comparación, con todo y que la música experimental no es algo que esté siendo algo nuevo en la historia. Sin embargo, es muy gratificante poder ver que este estilo ha estado adquiriendo una mayor atención en los últimos 10 años, a diferencia de lo que iba ocurriendo con este tipo de artistas cuando se ponía como prioridad la música compuesta por la instrumentación convencional: guitarra, bajo, batería, voz. Daniel Lopatin, Leyland Kirby y Tim Hecker son tan sólo algunas de las entidades que han ido representando de forma exquisita y meticulosa la esencia de un simple drone que va viajando a través de escapes sonoros que en lugar de convertirse en algo insípido, van resultando mucho más ricos conforme se van desarrollando durante tiempos muy prolongados.
Obviamente, cada uno de estos artistas cuenta con su estilo propio, ya que mientras Daniel Lopatin se va refugiando en una oleada de sampleos análogos, y Leyland Kirby ha optado por sumergise en los panoramas cinematográficos de la música ambiental bajo el nombre de The Caretaker, Tim Hecker ha ido nutriendo su sonido con un par de ingredientes más que de manera obligada han sido tomados de su influencia teatral. En cada uno de sus discos su sonido va aumentando de tamaño de forma abismal, sin perder en ningún momento la inusual belleza que acompaña las armonías de sus composiciones que, sin sorpresa alguna, también han ido pasando por diversos cambios en cuanto a su estructura, ya que mientras en sus primeros discos los sonidos que emergían de las canciones parecían ser provocados por una bolsa de arena, y un simple efecto vocal armonizado con hojas de papel, para sus últimas grabaciones ha ido recurriendo al uso de saxofones, sintetizadores, y la camaradería de varios de sus colaboradores como Ben Frost y Paul Corley.
Estos últimos han sido pieza fundamental en la creación de Virgins, el séptimo álbum de larga duración de Tim Hecker, ya que en él se nota una mayor potencia en cuanto a las vibraciones que van respaldando el noise y la suciedad que en el momento menos esperado va extinguiendo la catarsis de canciones como «Stab Variation», pero al mismo tiempo han logrado crear un balance entre la desesperación que puede provocar un apabullante loop, y la magnífica sensación de ser arrullado por unas notas de piano bañadas en la plena melancolía de «Black Refraction». Puede que el disco no sea sencillo para los oídos menos exigentes, pero la experiencia que va brincando segundo a segundo es una que se debe de experimentar al menos una vez en la vida, así como los discos de personajes con el alma podrida de la talla de Prurient, o hasta el mismo contoneo de Oneohtrix Point Never (con quien el año pasado Hecker lanzó un álbum para el Software).
Virgins no nada más muestra la forma en la que Tim Hecker ha logrado desarrollar su genuino talento para crear una poderosa hipnosis cerebral, sino que también es un fenomenal manifiesto para continuar consolidando un género que , aunque ya no estamos en los mismos tiempos de antes, por lo regular suele ser un tanto menospreciado debido a lo ‘raro’ que puede existir en su naturaleza, o simplemente por no portar un coro, una letra, o un simple ritmo que los haga querer destrozar la pista de baile. Pero eso es lo que hace de este tipo de discos algo especial, ya que no se muestran forzados, o sin algo que venga a hacer de su alma una simple ilusión que con el paso de los años irá muriendo sin dejar rastro alguno. Virgins tiene el potencial de quedarse grabado en el corazón, aunque sea por un fuerte golpe que inicie en la superficie del pecho hasta penetrar en el fondo de él, ya que la contundencia que portan las arpas en las tres partes de las canciones que le dan nombre a esta producción, tiene la capacidad de embrujar todo el lugar en el que se reproduzcan sin importar el volumen al que estén expuestas.
Tal vez existe una mayor fuerza en cada una de las canciones de Virgins, y su sonido es capaz de compararse de forma directa con algunos de sus compatriotas como Godspeed, pero al final de cada una de ellas se muestra completamente intacta la belleza que ha caracterizado todo el trabajo que Tim Hecker ha realizado, aún desde antes de comenzar a publicar sus creaciones bajo su propio nombre, aquellos vagos días en el que se le era conocido como Jetone.