“A mí lo que realmente me gustaría es que podamos convertirnos en una nueva manera de hacer turismo en Baja California. Creo que eso es sumamente importante, no necesariamente significa que tengan que venir personas del extranjero, sino que la misma comunidad visite los atractivos que ofrece el Estado”
(Argenis García, fundador del festival All My Friends)
Foto Brenda Mancera
Por Victor Cortez
Las incertidumbres de los organizadores del All My Friends, surgidas por los cambios que decidieron implementar este año, definitivamente debieron desparecer durante el pasado fin de semana. Con miles disfrutando de buena música y comida, trasladarse a la playa de Rosarito resultó ser una variante a su favor. A cinco años de que el evento surgió, sin duda, el 2014 marcará un antes y un después en su evolución; para quedar como el inicio de una base sólida que los hará crecer más. Muy probablemente al punto de convertirse en el atractivo turístico al que aspira su creador, pero también, y quizá más importante, en ese nuevo amor de verano que profesaron podían ser y que hoy sabemos, tienen todo para lograrlo.
A diferencia de nuestros vecinos en el norte, llegar puntuales a un evento de música solo nos garantiza esperar más tiempo hasta que éste inicie. En el caso de All My Friends la regla no aplicó en lo absoluto. Y se agradece, porque, para mi sorpresa fuimos bastantes los que decidimos ir “a barrer”. Sin tiempo muerto al arribo, la playa y el sonido de Glasmus y Ocean Noise fueron el comité de bienvenida. Nada mal para comenzar el maratón de música que me esperaba ese sábado 14 en Castillos del Mar. Pero vayamos poco a poco.
La primera banda que me enganchó fue Clubz. Un dúo regiomontano cuya música cuadró perfecto con el escenario playero. Especialmente a esa hora del día en la que el calor comenzó a calar en la piel. Antes de pasarle el turno pleno a Las Robertas, ambos grupos se aventaron un palomazo, como para sellar que el relevo estaba listo. Una vez solas las costarricenses demostraron por qué se les anunció como uno de los actos imperdibles. Su toque noise pop prendió bastante y, en lo personal, no me decepcionaron. Tampoco dejaron pasar la oportunidad de expresar alegría porque esa mañana la selección de su país triunfó en el partido mundialista contra Uruguay.
Pero el Girl Power no quedó solo en ellas. Para mi gusto una de las mejores presentaciones fue la de Bleached. Otro dúo en el cartel, pero esta vez conformado por hermanas nacidas en Los Ángeles, California. Representantes del punk rock, cautivaron sin problema alguno con un show bastante enérgico y canciones originales que fueron recibidas gratamente. Su punto extra: incluir un cover de The Misfits (“Hybrid Moments”), que terminó echándose a la bolsa al público.
Mientras el escenario del jardín y la playa tuvieron buena convocatoria durante todo el día, el gran olvidado fue el de la alberca. El espacio tenía buen potencial, pero simplemente no logró enganchar a tanta gente. Allí se presentaron Djs que son considerados leyendas tijuanenses como DJ Tolo, S Chuy y C Zar, a quienes desafortunadamente les tocó hacer lo suyo con apenas uno que otro interesado. A favor del concepto, que en verdad daba para más, señalaré que su ubicación lo apartaba del resto de las zonas. Porque, aunque estaba a unos pasos de los stands de arte y comida, quedó sin la ventaja del mar como extensión de la estructura.
Sin desviarnos de las figuras de Tijuana, quizá el personaje más conocido para el público fue Ramón Amezcua, mejor conocido como Bostich, por su stagename en Nortec Collective. Sin embargo, en AMF se presentó con su proyecto alterno: Point Loma. Retrasos técnicos que bien valieron la pena solucionar, antecedieron su presencia con soltura y comodidad, características que lo hacen sobresalir en solitario y que esa noche no fueron la excepción.
Otra apuesta fuerte del cartel era Gonjasufi. Músico sandieguino que, sorpresivamente, resultó ser la gran decepción de todo día. ¿Por qué? Durante su presentación se la pasó más tiempo intentando hacer click con la gente de forma tosca, que dándoles pruebas buenas de su hip hop, con el que por sí solo hubiera logrado lo primero. Molesto por el audio y con quejas constantes hacia los encargados de éste, a los que incluso señaló sin disimulo alguno, desaprovechó la mayor parte de su acto. En minutos, pasó de ser la expectativa más alta trabajada por semanas, al desencanto irremediable.
Su contraste fueron los boricuas de Fuete Billete. Con un performance bastante firme, los raperos complacieron a tope a quienes los coreaban naturalmente y los que esa noche conocieron sus rimas. Para rondear su paso por el escenario, pirotecnia iluminó el cielo poco antes de que se despidieran de la gente que pedía extendieran su repertorio. Aunque eso no sucedió, en nada redujo su buen desenvolvimiento apegándose a su género.
Finalmente, el gran duelo por el mejor cierre se dio entre el Sonidero Travesura y Santos. Los primeros grandes conocidos del público tijuanense, por nombran su particular concepto como “El Tigre Digital” y, el segundo, exponente por excelencia del popular y en auge “Ruidosón”. Unos frente a la playa que ya no se distinguía por la oscuridad y el otro en el jardín adornado con series de luces, pero ambos con buena cantidad de presentes dispuestos a bailar hasta que aguantaran o la música hiciera pausa. Enfiestados, en uno u otro escenario, el disfrute cada quien lo reguló desde su cansado y también bastante tomado cuerpo, pero en lo musical, el Ruidosón con sus ritmos guapachosos se llevó el primer lugar.
No hay jornada de más de doce horas de música que no se soporte sin comer y beber. Pero en esta edición ni eso descuidó el AMF. Además de puestos con venta de arte local, los de alimentos fueron un gran atractivo y pieza esencial este año. Varias propuestas culinarias tuvieron espacio, predominando los mariscos. Para no dejar en descontento a nadie, las opciones veganas estuvieron presentes con un menú que no le pedía nada a los demás. Y la aparición de un Food Truck, que tanto están de moda, llegó mediante Lunch Box, donde podías pedir desde una hamburguesa hasta una tostada. Claro está, con un estilo gourmet. Lo mismo que sucedió por varias horas en la “Cocina Central”, espacio en el que chefs de renombre cocinaron muestras de sus platillos. De agua a mezcal, cerveza o licor, la bebida tampoco fue problema. Menos, al manejar precios bastante acorde a lo ofrecido.
Aún recuerdo el AMF en sus primeras ediciones. Se hacía en una casa de Tijuana, conocida como “Millionaire House”. Después se movió a la Casa de la Cultura de la ciudad, que a pesar de ser un recinto amplio le empezó a quedar chico a la convocatoria. Este año el festival cumplió un lustro y no tuvo mejor acierto para celebrarlo, que moverse a Rosarito y recorrer su realización. Frente al mar, a punto de iniciar el verano y con un buen programa, el resto parece que llegó solo. Pero para hacerlo se necesitó de trabajo constante desde diciembre pasado y de una visión, y también ambición, de sus organizadores que no han dejado morir al proyecto. Por el contrario, siguen buscando la forma de hacerlo crecer. Antes con un presupuesto personal limitado y ahora uno de patrocinios, pero siempre con la idea de ofrecerle a los bajacalifornianos, y quienes deseen asistir, un evento de calidad y diversión. O en otras palabras, una fiesta entre amigos que cada año se hace más grande y suma nuevos elementos a la familia.