Por Roy Rojas / Ernesto Olvera
Fotos Gus Morainslie
NRMAL 2015, ya te extraño.
Es verdadero, como pocos, como muchos quisieran ser, como tantos aspirantes. Destila energía. NRMAL hasta ahora ha logrado obtener a un público hambriento de música, de propuestas, de géneros, sin pose y sin pretensión. Último día. Juan Wauters tiene una bandera mexicana detrás, en lugar de águila devorando una serpiente está un icono cultura pop de este país, el Chavo del 8 haciendo señal de amor y paz. ¡Eso, eso, eso! Entre el público los canadienses TOPS y Missing Human. Un bebé también. Wauters nos recuerda a Chespirito en esa personalidad cómica e inocente, guitarra al pecho y tocando un folk existencial muy intimista. Rodeado de una suerte de Bob Dylan con camisa estampada de flores, igual que su guitarra; y un par de tambores dándole brillo a sus temas. Canta en inglés y en español. ‘Quédense por acá, aquí andaremos, si quieren nos juntamos’ dice al final de su show. ¡Eso, eso, eso! es NRMAL, un festival que celebra la música en comunidad.
Aprovechamos que no hay gente en los food trucks,porque el plan para la tarde es ver tantas bandas como sea posible y no perderemos tiempo en las filas para la comida. A tiempo para ver a los de Chicago, Twin Peaks, llamados así por la serie de David Lynch, aunque musicalmente no tienen nada que ver con los ambientes producidos por Angelo Badalamenti. Garage rock producido por un grupo de chicos desenfrenados sobre el escenario azul, tranquilo el ambiente, repaso a sus dos álbumes. Tarde soleada y buena música, así se siente este momento.
El argentino Diosque va preparando sus instrumentos y comienza algo que nos dejó sorprendidos, porque todo parece muy normal, ya saben, un pop electrónico/movidón bastante “normal”, abajo unos bailan con eso movimientos tan naturales que provocan los sintetizadores. Pero nada más. De pronto saca las maracas y viene un giro, porque cuando Diosque le agrega elementos a los sintetizadores que toca el chico de lentes y sombrero peludo, su acto cobra vida. Sube a Rodrigo de Congelador y abajo el ambiente se pone bueno, el baile, el baile toma fuerza. Se mueve de manera graciosa, con lo cual vino a suavizar un poco el caos que generaron los brasileños de Baby Hitler.
A un lado ya están Meridian Brothers, vestidos en colores rojos y motivos azules y verdes en la parte de arriba; y abajo de negro. De colombia este grupo pone loco el escenario azul, su cumbia psicódelica/tropical en un mismo plano. No sube no baja. Pero su interpretación es bastante atractiva, casi alucinante. Quien no los vea y sólo los escuché pensaría que canta una mujer, pero es Eblis Álvarez y su voz surrealista. Cuando interpretan un tema inspirado por ‘el pájaro de los Andes que los vigila y no deja crecer a su país’ hacen una pausa a la mitad del tema y comienzan a emitir sonidos de pájaros, voces, alaridos. Su show no nos dejó locos, pero sí nos hizo bailar. El set finaliza con un cover a Jimmy Hendrix y ‘su niebla morada, en español, porque no entiende mucho inglés’.
Los veíamos desde el escenario rojo, porque queríamos estar en primera fila para TOPS, los canadienses consentidos de este festival que los trajo por primera vez a Monterrey y ahora finalmente tocan aquí, nos habían dicho en entrevista que se sentían muy emocionados por visitar el Distrito Federal, quién sabe si en realidad estaban muy emocionados o si sólo lo decían por compromiso, pero ni ellos se esperaban el cálido recibimiento que les dio el público ni nosotros ese hermoso set en el que la voz de Jane Penny entro en nuestros oídos lentamente hasta quedarse un buen rato ahí. Presentaron su más reciente álbum Picture You Staring. “Outside”, (‘nuestra canción de amor‘, dijo Penny), fue un momento. Pero posiblemente su pop de desamor y confusión alcanzó su tope en “Turn Your Love Around” con la guitarra sacando notas rudas. Tocaron un tema nuevo y ahí el staff les dijo que debían terminar, pero Jane les pide discretamente que los dejen tocar una más, ‘please‘… le hacen fade al tema, que por cierto ya queremos escuchar en estudio porque tiene un bajo bastante sólido y atractivo, que te hace sentir escalofríos de la emoción. Después de eso, terminan con «Way To Be Loved».
El domingo también estuvo repleto de leyendas y de otras que van en ascenso. Una de las presentes llegó desde Alemania con una amplia reputación dentro del mundo del minimal synth y el colwave. Ella es Gudrun Gut, pero en lugar de ejecutar canciones de su pasado en bandas como Malaria!, la productora alemana estuvo en NRMAL ejecutando las composiciones que fue diseñando con Hans-Joachim Irmler en el álbum 500m. Su presentación fue corta, pero en ella fuimos testigos de la versatilidad con la que pueden ir llevándonos a través de hipnóticos escapes sonoros que en un abrir y cerrar de ojos se transforman en un contoneante techno.
El Red Bull Music Academy nos brindó experiencias que sirven para contemplar a músicos que, en su búsqueda por experimentar con sonidos poco convencionales, han encontrado una expresión artística con la que pueden combinar la música electrónica, folk, noise y hasta estilos tradicionales que de manera obligada terminan intrigando a todo aquel que se encuentre frente a ellos, tal y como ocurrió con el ensamble Mondmaschine.
Y entonces, finalmente llegó uno de los momentos más esperados del día: Jonnine Standish y Nigel Yang tomaron el Red Bull Music Academy para deleitarnos con el lento y envolvente hedonismo que provocan como HTRK. Con un set que poco a poco iba creciendo hasta que fue cortado bastante rápido por el retraso que había e el escenario, el dúo australiano dejó muy e claro que todos los aplausos que suelen recibir los tienen muy merecidos. La música es lenta, seduce, es oscura y enamora; sólo ellos tienen la capacidad de crear una mezcla de sonidos que hacen que una máquina suene bastante exquisita, sin mencionar la fantástica voz de Jonnine.
Con canciones que nos transportaron al primer episodio de HTRK como «Fascinator» y «Rentboy» (la cual fue interpretada como complacencia después de que les dijeran que sólo podían tocar una más), poco a poco el ambiente se fue oscureciendo con la llegada de la noche que terminó por cubrir por completo el escenario que, aunque estaba techado, los espacios abiertos se oscurecieron por completo para proyectar la frágil imagen del dúo mientras interpretaban «The Body You Deserve». Verlos no es cualquier cosa, su nombre no es grande, pero su presencia es algo que no se debe de tomar tan a la ligera. HTRK es una leyenda en ascenso que, sin importar si dan un mal o brutal show, de igual modo el haberlos visto quedará archivado en su memoria como algo único e irrepetible:
Hacemos una pausa, vamos por una bebida, vamos a la fila de los baños, no queremos que nos haga falta nada en Future Islands. Algunas veces al comprender algo de cualquier índole sentimos un chispazo en el cerebro que nos hace sentir bien, seguido de la expresión: “ahhh”. O cuando alcanzamos lo que aquí llamaremos “un momento de verdad”, ese punto de deslumbramiento en el que comprendemos alguna idea sin “entenderla completamente”, pero cuya trascendencia nos hace crecer. O nos da un conocimiento sobre el mundo. O sobre nosotros mismos. Pues eso sentimos y estamos seguros que muchos también en la presentación de esta banda de Baltimore con sus canciones reflexionando sobre detalles que parecerían insignificantes, pero que nos revelan a unos artistas comprendiendo la vida. Como su canción sobre el mar o sobre el sol de la mañana. Fue emocionante, muchos gritaban y sí, siempre grita la gente y normalmente baila, y normalmente aplaude a las bandas pues por eso están ahí, pero lo de Future Islands fue algo sublime. Ver a Samuel T. Harring con sus movimientos sensuales, viscerales, naturales, como una alma buscando perdón en la tierra, golpeando su pecho, carajo, sus golpes se sienten en el nuestro; bañado en sudor, arrojándose al piso, llevando su mano a la boca en una clase de arrepentimiento. Sus gruñidos entraban en tu cuerpo, te desgarraban y sentíamos el ardor en la garganta, como si fuéramos nosotros lo que gritábamos. Sí, tocaron “Seasons (Waiting On You)”, y “Doves” y “A Song For Our Grandfathers”, y “Before The Bridge”, y “A Dream Of You And Me”, y “Tin Man”. Todo cobró sentido ahí, el por qué rueda el mundo, el por qué estamos aquí…
Del otro lado ya estaban los vaqueros neoyorquinos con su aspecto terrorífico que impone. Lo de SWANS tiene todos los adjetivos que hagan referencia a lo brutal, a lo monstruoso, terrorífico, ruidoso, potentemente y asombroso. Dos horas de experimentación, de golpes duros a la batería, de sonidos provenientes del mismo infierno, guitarras rasposas, pero rasposas de verdad. Y Michael Gira, autonombrado Marcos Sánchez al final de su show, conduciendo a todos los asistentes como un sacerdote que predica un mensaje. Moviendo las manos en señal de motivación. Abajo algunas personas se alejaban, porque Swans no es para cualquiera, hay que tener suficiente hambre para devorar temas de media hora y estar dispuesto a enfrentarte contigo mismo. Su música es retadora y de temerse, si te quedas muy atento a su presentación es posible que te arrastren a un agujero negro del cual no saldrás nunca. Por eso el perro que alguien trajo al escenario azul está inquieto, le ladra a la gente, quiere soltarse y muerde la correa, debe ser la voz de Gira que lo provoca a dejarse ser, a liberarse. Y antes de que termine Swans el perro se le escapa al dueño. Sencillamente BRUTAL.
Cualquier cosa que veamos después de esto será difícil que nos imponga. Por eso quizá Omar Souleyman nos resulte una broma, entendemos el chiste, pero el únicamente grita: Ehhhhh y aplaude. No parece importarles eso a los que aquí le siguen el juego y se mueven y aplauden y platican entre ellos y vuelven a aplaudir y a bailar… Así se termina esto con una sonrisa en el rostro y una satisfacción interior, como los conciertos que te cambian la vida, que te mueven por dentro, que recuerdas por mucho tiempo y de los cuales presumes que estuviste ahí.
Gracias NRMAL.