Por Denise Gutiérrez de Hello Seahorse! / @denisegume
Una de las actividades que más practico como efecto de ser músico es viajar. Desde que tengo recuerdos, inclusive desde que mi madre me trajo de California a los pocos meses de nacida, me he estado desplazando. Más tarde, a mis 6 años y durante un tiempo me vi cambiando de casa y de áreas en la ciudad. Hoy en día ese constante movimiento se refleja en la persona que soy. Inquieta, melancólica, creadora, romántica, viajera.
En la inquietud es dónde radica mi carácter de viajero. Si bien quedarse fijo, permanecer es necesario para que el cuerpo, la mente reposen, me parece inconcebible quedarme en un mismo lugar de por vida. Para mí esa es la muerte.
Resulta que en el movimiento me han sorprendido la inspiración y la creatividad. Una bocanada de aire fresco y desconocido en los pulmones. Una renovación en mis ideas, la muda de la piel, de cómo me veo frente al espejo. Retomamos energía y fuerza que nos abre los ojos ante un universo desconocido y excitante.
En su camino el viajero debe renunciar a lo que ha sido, en algunos casos a lo que tiene y voltear la página. “Siempre nos acostumbramos.” me gusta pensar. Nos terminamos acostumbrando a lo que somos hoy, en este momento, por más hostigosa o dolorosa que haya sido la transición, terminamos viendo el lado luminoso.
Supongo que es un camino infinito, viajar por la vida, acostumbrarse para desacostumbrase y volverse a acostumbrar. Y así, siempre mudando la piel, renovándose, viéndose distinto frente al espejo. Pero, ¿qué importa más que lo que hay, tenemos y somos ahorita, en este momento?
Le sonrío a todo aquel que no teme seguir caminando, que busca la salida a las aguas quietas (estancadas), y que siempre ve en el horizonte la única forma de mantenerse vivo, presente.