Fotos Kevin Mazur
Por Jergas
Nos recibieron con alegría apenas y nos vieron. Un par de angelinos, otros venían de Washington o Texas; también había gente de Australia y Canadá. Todos nos conocimos en el bar de la zona de gradas durante el set de Paul McCartney, la fiesta fue abundante y el baile aún más.
Bien dicen que el punto de encuentro es la música. Un idioma que todo entendemos. La noche del sábado quedamos en regresar todos al mismo lugar para disfrutar de The Who y Roger Waters.
Nos sorprendió la bienvenida. A pesar de la amenaza de construir muros, la misma gente es la que se encarga de derribarlos sin un sólo golpe.
Llegó el tercer día de Desert Trip.
Al entrar lo primero que hicimos fue subir a la icónica rueda de la fortuna y aprovechar la vista aérea de Indio al atardecer. Fue en el punto más alto que se apreció la verdadera magnitud del festival, pudimos ver el Empire Polo Club a lo ancho y largo como si fuera una maqueta muy concurrida.
El reloj marcó las 6:15 y The Who comenzó el set que cerraba su gira. Comenzaron con «I Can’t Explain», luego lanzaron «The Seeker», «Who Are You?», y «The Kids Are Alright» para terminar el primer bloque.
Luego Pete Townshend agradeció al público por ir a verlos y acompañar a la banda por más de 50 años. Destacando la anécdota sobre la ocasión en que llevó a un muy joven Eric Clapton a ver en vivo por primera vez a Pink Floyd, haciendo crecer la expectativa por recibir a Roger Waters.
Enseguida desfilaron éxitos como «My Generation», «Behind Blue Eyes», «Love, Reign O’er Me», «Pinball Wizard» y como despedida «Baba O’ Riley» seguida de «Won’t Get Fooled Again».

Así es como The Who cumple con el compromiso, ante un tranquilo público que se limitó en su mayoría a mirar desde su asiento, sin levantarse, con pocos gritos de emoción, hasta Roger Daltrey preguntó «¿tienen hambre o qué pasa?»
Cerca de las 9:10PM, un sonido galáctico comenzó a inundar el foro de un lado a otro gracias a las diversas bocinas colocadas a lo largo del mismo, no había duda que el festival y toda su producción habían sido preparadas específicamente para Roger Waters.
Los visuales que presentó se acoplaban y aprovechaban a la perfección la enorme pantalla semicircular del escenario.
No habíamos notado que existía un latido que crecía poco a poco conforme se acercaba el inicio del show, hasta que terminó por marcar el despegue de la nave.
«Speak To Me» fue la pieza inaugural de un espectáculo cuadrafónico con sonidos de helicópteros, marcha de tropas, y las risas delirantes de Syd Barrett.
Hacia la mitad del concierto apareció el discurso y la crítica política hacia Donald Trump a quien convirtieron en cerdo, mientras algunas de sus declaraciones aparecían como textos en las pantallas, y el famoso personaje inflado recorría la parte central del foro.
Muchas personas decidieron irse, lo que hace deducir que los simpatizantes del Republicano son de sentenciar y juzgar pero para ellos no aplica de manera retroactiva.
Niños acompañaron a Waters con los poderosos coros de «Another Brick On The Wall», todos usando playeras con la leyenda «Derriba El Muro», así, en español. Quedaba claro a quién mandaba su mensaje el músico británico.
Luego se emuló la portada del Dark Side Of The Moon con proyecciones láser que formaban la pirámide siendo atravesada por un rayo de luz que se convertía en arco iris.
Fue un concierto que no sólo nos demostró una vez más el enorme talento de Roger Waters, también nos ayudó a comprobar que existen puentes que nos unen a otros, no importando el lugar donde nacimos, siempre y cuando esa denominación de origen en común sea la música.






