Por: Carlos Verástegui / @carlos_verasa
Hace unos meses leí un tuit que decía que Bowie no había muerto, sólo había cambiado de dimensión y que de hecho estaba llevando de vuelta, seleccionados uno a uno, a los afortunados nuevos o viejos habitantes de ese otro plano como: Cohen, Prince, Sharon Jones, George Michael, Juan Gabriel y hasta la cordura de la humanidad entre ellos.
Quizá la idea que nos permite imaginar a un ser como Bowie no muerto sino simplemente como un ente superior capaz de transitar entre realidades en las cuales en algún momento regrese a nosotros es reconfortante, la realidad por otro lado o al menos la realidad palpable más allá de la metafísica nos negó tenerlo entre nosotros más tiempo con todo lo que esto implica.
¿Pero qué es lo que implica?
Puede ser que no lo dimensionamos pero el balance del último año se puede resumir en una palabra: locura.
Un año de guerras, refugiados, sacrificios y pocas conquistas en el pleno sentido humano, un corto período que hizo que lo ilógico se volviera cotidiano, dejando a payasos a cargo y racionales marginados, donde los valores de la humanidad más básicos se pierden y lo más bajo entre nosotros parece surgir a cada instante.
¿Todo este desbalance puede ser atribuido a Bowie?
Lo más posible es que no, es un proceso de descomposición de largo tiempo que culmina un período de transición amplio del siglo XX pero por otro lado es posible como en cualquier sistema que un pequeño desbalance genere un efecto dominó que desequilibre el todo.
David Bowie puede ser el balance o desbalance perfecto de la humanidad concentrado en un solo ser, una persona que reunía en sí mismo lo mejor de lo que todos deseamos, una diversidad de rangos en múltiples campos ejecutados a la perfección desde la música, el arte, el cine y la moda, hasta una sexualidad fluida en toda la expresión. Un ser libre que abrazaba lo mejor de nosotros que mutaba y evolucionaba siempre; siempre para mejorar; siempre en lo mejor a lo que todos aspiramos.
Cuando lo mejor de nosotros (ese mejor ejemplo), se va de nuestro entorno, es fácil perder el balance de lo que podemos lograr y lo que debemos evitar, esos faros que te guían no se deben apagar y cuando lo hacen siempre existen consecuencias; por eso debemos encender de nuevo el espíritu de Bowie y lo que representa para una sociedad más humana. Rescatar la aceptación de la diversidad, abrazar la creación como sentido de vida para lo mejor y utilizar cada momento, para lograr con humildad un nuevo reto y luego seguir adelante en la conquista de más, siempre inspirando a los demás con lo mejor de nosotros.
Eso era y debe ser Bowie para nosotros.