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COBERTURA

Carnaval Bahidorá: ¿Por qué dicen que no es el mejor festival del país?

Por Vania Castaños
Fotos Pablo Navarrete

Empezar una crónica nunca es tarea fácil. Nosotros, los redactores, debemos buscar la manera más precisa de llamar su atención en sólo un par de líneas y créanme, a veces puedo pasar horas buscando la idea perfecta para engancharlos pero en Bahidorá todo es tan hermoso que se me ocurren mil maneras de empezar este texto.

Puedo comenzar narrándoles esa satisfacción de bajar del camión después de 4 horas de tráfico para llegar a Las Estacas o en tono más de guasa contándoles cuando un mirrey casi me tira con su poste para armar la casa de campaña. También podría describirles esa bonita imagen de estar flotando en el agua, sin ninguna preocupación, ver el cielo despejado y a través del río escuchar a Thris Tian; pero creo que la manera más correcta de comenzar esto es aceptando que sí, amo Bahidorá.

Viernes 23:30. Hace frío, pero la gente a mi alrededor parece no sentirlo. La música de Oceanvs Orientalis me está haciendo disfrutar más de la cuenta. El escenario es bastante básico, una tarima con mangueras de led pero arriba del DJ hay mariposas fosforescentes que adornan los árboles. El turco sabe hacernos enloquecer, en su set mete sonidos de animales como changos y elefantes que te llevan a una selva musical de la cual –creo- nadie quiere escapar.

Para mi sorpresa, aquella, la primera noche en Bahidorá había bastante gente. Cuando llegué alguno de los amables chicos voluntarios me contaron que esperaban –aproximadamente- a 10 mil personas y para las primeras horas del sábado el festival ya se veía bastante lleno.

Bailé y sonreí lo más que pude hasta que el sueño me derrotó y aborté misión, me fui a dormir. Sabía que el día siguiente iba a ser de mucha emoción así que, cual niño esperando su regalo de reyes magos, dormí esperando la sorpresa del día siguiente.

Hace unos años leí una reseña de The Guardian acerca del Bahidorá, ahí lo nombraban como uno de los mejores festivales del mundo y lo alababan cual ratero a San Juditas en 28 de octubre, desde entonces supe que no podía perderme, jamás, ninguna edición del Carnaval.

El sábado comenzó todo con el pie derecho, después de un delicioso desayuno y la primera cuba comenzó Wet Baes. Ya les había platicado previamente mi fascinación por el niño productor pero nunca está de más contar que su set sonó impecable y la inclusión de un baterista en vivo le da muchísimo “power” a su show.

Algo que debemos aceptar del Bahidorá es que es –en mi opinión- el festival mejor curado y con mayor identidad del país. Es decir, cada año tratan de llevar bandas con conceptos similares de tal manera que cuando rebelan al talento ya te imaginas los horarios y el escenario en el que van a estar.

Por ejemplo, el año pasado estuvo Antíbalas, pasando la media tarde, en el escenario principal y este año, para crear el mismo concepto trajeron a Systema Solar; sabían que no iba a fallar.

El sol comenzaba a calar, siendo sincera no tengo ni idea a cuantos grados estábamos pero si sé que a los suficientes para que todo el alcohol ingerido saliera en forma de sudor logrando que, por más que intentara no me sintiera ebria…aunque con los ritmos afrocubanos no lo necesité jamás.

La gente en Bahidorá es muy bonita y hacen que te sientas seguro”. Nunca he sido de estereotipos pero cuando un amigo me dijo eso de los asistentes noté que era real. Uno de los secretos del Carnaval es que al vernos rodeados con puros “chavos bien” nos desinhibimos y esto funciona perfecto para disfrutar.

Después Systema Solar, ocurrió el magnificó set de Mad Professor. La marihuana, obvio, armonizaba el lugar y el público estaba dispuesto a dejarse llevar. El show de Neil estuvo acompañado de bailarinas y una señora que funcionaba como traductora/presentadora del show. Era como estar en un sonidero pero de dub.

Pasaron un par de horas entre el show del profesor y Princess Nokia. Y, no me pregunten en qué pero se me pasaron las horas. Fui un rato al asoleadero y nadé hasta llegar al escenario. Me estaba congelando pero los chicos de Black Motion estaban haciendo explotar mi cabeza con su dance music.

Era hermoso estar ahí, flotando en el agua, viendo un par de sudafricanos dándole a la batería y los teclados como si no hubiera mañana; quería bailar pero no quería salir del agua y justo cuando decidí ir a tierra firme para mover todo mi “booty” con sus beats, el show terminó.

Estaba más que prendida para escuchar a Princess Nokia. No puedo mentirles, el hype de las cholas, el Bronx y el hip hop ya me llegó y sabía que ver a esta neoyorquina era un must…

Para no hacerles el cuento largo, su set estuvo bastante insípido. No lo disfruté. Probablemente es que este tipo de música se vive mejor estando de cerquita y sintiendo el flow del artista pero ahí, con un río entre nosotros jamás me impresionó; salvo cuando regañó al público y los tachó de irrespetuosos por traer penachos, pidió que se los quitaran o se fueran del show y como nadie hizo caso Princess se enojó y obvio les sentenció “fuck you all”. Cantó una canción más y aplicando un Azaelia Banks en House of Vans, abandonó la tarima.

Mientras esto ocurría, en el escenario central estaba Kali Uchis y no es por echar chisme nada más pero me contaron que el espectáculo estuvo similar. Un par de rolas de ella, otros covers y 20 minutos antes de lo previsto, terminó su show.

Para entonces, el sol había bajado lo suficiente para que todo lo ingerido se me subiera y modificara mis sentidos. Ya no podía dejar de sonreír. La gente, Las Estacas, el sonido, la organización, la comida, todo –menos Princess Nokia– había estado muy amable y entonces noté que si todos viviéramos en un Bahidorá perpetuo –indudablemente- tendríamos una vida llena de felicidad.

Pasando las 19:00 era momento de Mayer Hawthorne. No estoy muy segura de cuantas personas en el festival conocían al estadounidense pero si creo que el 100% quedaron impresionados. Mayer y sus músicos tienen calidad en sus sonidos, las notas soul que salían de las bocinas hacían que la gente se sorprendiera cada vez más y la energía al pasar el show iba en aumento.

La felicidad se había apoderado de todas y cada una de las partes de mi cuerpo y empecé a compartir mi deseo de querer vivir en un Bahidorá por siempre. Cada que compartía mi idea alguien, esa persona estaba sonriendo, bailando, tomando cerveza, abrazando al prójimo o algo que confirmaba que un Bahidorá perpetuo arreglaría todos los problemas en el mundo.

Como ya me sinceré con eso del hype del hip hop, deben imaginar que Mac Miller era, para mi, el más importante de todo el Carnaval así que, cuando empezó a rapear no tuve de otra más que empujar a todos hasta llegar lo más adelante posible para “bouncearme” con las rimas del señor.

Este rapero joven y guapo hasta habla con flow. Las luces, su bailes, “Stay”, “Dang” y que mandara a “chingar a su madre Donald Trump” hicieron que el público lo ovacionara. Mac demostró que el rap no es sólo de los negros y que afirmar algo así sólo evidencia tu falta de discernimiento musical.

Terminando Mac, en el mismo escenario principal era momento de ver a FKJ y qué ganas de llorar sólo de la emoción de recordar lo sublime que estuvo este cuate que desde hace un par de años forma parte de Roche Musique, uno de los sellos más importantes de París y que maneja otros buenísimos artistas como Darius y Zimmer.

French Kiwi Juice tiene melodías deliciosas, disfrutables. Que a esas horas de la noche caían perfectas para el bajón y el romance.

Pasaba ya la medianoche, y en el festival los ánimos ya estaban bastante candentes. En alguna de esas tardados viajes al baño me encontré con un par de personas en el público que sin más, ni más, habían decidido tener sexo oral y bueno…¿Quiénes eran las personas a su alrededor para decirles que no? Finalmente en las reglas del festival nunca se advirtió que no se podía “coshar” en el Bahidorá.

Después de FKJ, iba Gramatik pero para entonces ya me habían de contado que existía el escenario Doritos. “Wey, me perdí y encontré un escenario donde…literal hay pura fiesta; vamos

Y obvio no iba a decir que no, la fiesta dentro de mi ser me pedía fiesta en el ambiente así que me fui a perder hasta encontrar el rave y ahí me quedé hasta las casi 6 am. –Sí, sí, les juro que era como un rave en donde todos bailaban sin coordinación y decían cosas sin sentido pero, entiendo, esa era la función del Doritos.

Juré que el domingo, a las 8 am iba a estar en el asoleadero viendo a Trillones pero claro, eso no funcionó. La cruda realidad me atormentó y no pude más que llegar al set de Thris Tian, meterme en el tipi que flotaba en el agua y ahí quedarme a disfrutar del Bahidorá hasta que fue la hora de regresar.

El Carnaval Bahidorá lo tiene todo: un venue perfecto, bandas de calidad impecable, público respetuoso, instalaciones de arte, organización correcta, comida deliciosa y mucho calor. Podría desear que crecieran lo suficiente hasta convertirse en el festival referente del país pero la verdad es que la exclusividad que maneja es parte del éxito del festival.

Han pasado solo unas horas desde que el Carnaval terminó y ya quiero regresar. Esto es muy en serio: quiero vivir en un eterno Bahidorá.

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