Por Ernesto Olvera / @MyBlogCliche
Usualmente estamos acostumbrados a que un artista primero prepare sus letras para después darle una voz propia. Las historias que diseña en una hoja de papel, o los escenarios que aparecen de forma esporádica en su mente, suelen ser el motor principal del nacimiento de una canción.
En el caso de Haley Fohr todo es al revés, sus cuerdas vocales son la emoción, el sentimiento y el punto central de todo lo que sucede en el interior de su complejo universo. Su estilo barítono fue completamente involuntario, ya que si bien estuvo entrenando su voz desde que tenía 10 años, con el paso del tiempo se fue dando cuenta de que algo muy serio estaba sucediendo con ella.
Ese ‘algo’ puede ser considerado como un poder fuera de este mundo, ya que al descubrir que la agudeza de su voz podía ser reemplazada por un tono que incluso pudiera satisfacer sus deseos más siniestros, su estilo de composición sufrió una alteración donde mientras en su cabeza pensaba que estaba creando canciones sumamente accesibles y digeribles, la realidad era completamente opuesta.
Haley no es Jackie, Circuit Des Yeux tampoco lo es; digamos que Jackie es un ser completamente diferente que fue expulsado de su interior para narrarnos su historia como fugitiva y las experiencias que tuvo mientras estaba viviendo con un dealer del que se enamoró.
Por esa razón está de más decir que su presentación en el NRMAL como Circuit Des Yeux es un MUST no solo del festival, sino de la vida.