Por Francisco Reyes / @warsawx
Una noche lluviosa y fría en el Salón Bolivar fue el escenario perfecto para terminar con la larga ausencia de 16 años de Mortiis en nuestro país; un músico que demostró contar con una fiel base de seguidores que lo aclamaban y portaban su característica imagen en distintas playeras mientras arrasaban con la mesa de mercancía oficial dentro del recinto. Las pocas copias del libro Secrets of My Kingdom se agotaron casi a la misma velocidad en que las cervezas se consumían a lo largo de todo el foro.
Aunque el público se encontraba animado, la recepción de las bandas abridoras fue bastante moderada a pesar de que sus shows fueron excepcionales. Sulfuric Manifesto entregó una dosis de black metal técnico de alto nivel manifestado en composiciones sólidas, mientras que Tzitzimitl ofreció un show con alto llamativo visual, gracias a su interesante concepto que mezcla black metal con música prehispánica, dotando al Salón Bolivar de una atmósfera ritualista como previo perfecto a lo que estábamos por presenciar.
Tras un ligero retraso, el escenario se vio sumido en oscuridad y humo para dar paso a la presencia de Mortiis, quien con su reconocible imagen de criatura fantástica se encargó de llenar el foro de una atmósfera mística, producto de sintetizadores con un sonido sacado directamente de historias míticas.
La música interpretada correspondió al álbum Ånden som Gjorde Opprør, que forma parte de la “Era I” de Mortiis, convirtiendo este evento en un hecho totalmente irrepetible. Las expresiones del público dejaban en claro que estaban conscientes de esto, mostrándose maravillados por la oscura magia que transmite Mortiis desde atrás de su imponente consola de sonido.
No sabemos cuántos años deberán pasar hasta que Mortiis pise México de nuevo, pero lo que sí sabemos es que las almas de todos los asistentes a este concierto se mantendrán por siempre encerradas en la oscuridad de algún frío calabozo noruego.