Por: Maza / @ideasdelmaza
Fotos: Óscar Villanueva / @theOzcorp
Afasia Producciones marcó un tremendo éxito al traer a Codeine y no solo hacerlo para capturar las nostalgia; también es de aplaudir las condiciones en las que se realizó. El sonido fue cerca de lo impecable en un abarrotado en un Fuck Off Room. Es también de aplaudir el casi estricto cumplimientos de los horarios.
Los encargados de abrir la noche fueron Grave/Mal de Guadalajara. El dúo se presentó con una potencia importante. Con recursos esenciales logran extraer ondas de sonido que impactan con sonidos reconocibles pero digeridos en un relámpago escurridizo. Rápidamente llenaron el espacio un maquinal y un sucio trepidar que las hacen ver como una propuesta, que si bien ya tiene un recorrido, a la cual seguir prestando atención.
30 años después de su separación, Codeine pisó el escenario con una tranquilidad y humildad absoluta. El trío neoyorquino se paró frente al publico como si las décadas solo hubieran sido un par de meses. Llevan reunidos poco más de un año, pero parece que hubieran tocado sin parar todo este tiempo que se construyeron como una banda de culto. Una banda que para todas era un rumor del pasado que se materializó con los primeros acordes de “D”.




La voz de Stephen Immerwahr ha cobrado un tono profundo, cavernoso, pero sigue impulsando esa letras cortas, duras y entrañables con un bajo que se extiende en el espacio como nube. Una neblina que se anuda a la perfección con la batería melancólica de Chris Brokaw y la estoica presencia de delicadas cuerdas de la guitarra de John Engle. Cada canción entró como una gota de agua en el momento adecuado, tan precisas que hacían olvidar el tremendo calor de la sala.
Hicieron un recorrido por todos sus trabajos y sería difícil evocar cuales cubrieron mejor nuestros cuerpos. «Loss Leader» «Washed Up» o «Pickup Song» fueron solo algunas de esas que del recuerdo se apoderan. Y qué decir de las oscuras y delicadas «Pea» y «Broken-Hearted Wine» encargadas de cerrar ambas partes del espectáculo respectivamente. Y cómo si fuera poco, el terrenal cover de “Atmosphere”.
Codeine llegó con calma y así se bajaron del escenario. Sin grandes estridencias, ni desbocada gloría. Pero sí habiendo dado un concierto preciso y memorable; no solo por la alegría de haberlos visto sino por la eficacia y finura de los sonidos y sus ondas de impacto.



