Fotos José Ignacio Hipólito
Si se hiciera un censo de la cantidad de playeras que hay de Cannibal Corpse en las ciudades del mundo, lo más probable es que la Ciudad de México saldría con un número considerable que podría rivalizar al de Búfalo, Nueva York, lugar de origen de la banda de death metal. Esto se debe, no sólo a la cantidad de fayuca que se produce, sino a la cantidad de personas que les gusta la banda del logo ensangrentado; desde pequeños de escasos 12 años que apenas compran su primera playera metalera, hasta señores de 60, que seguramente tienen la playera de la primera vez que vinieron a México en 1991.
Ese número de playeras sigue aumentando gracias a que el pasado 31 de mayo, Cannibal Corpse se presentó en el Circo Volador después de cuatro años de ausencia de los escenarios mexicanos.
Chalecos, parches, llaveros, pulseras, chamarras y por supuesto, playeras, parecen competir para ver cuál es la más violenta, ya sea entre vendedores de fayuca, fanáticos o la misma banda, con su mercancía oficial.

No importa a donde voltearas ese 31 de mayo, la salida de la estación del metro La Viga estaba lleno de violencia inimaginable. Ya fueran unos carniceros zombies desmembrando a una mujer, o un hombre partido a la mitad con gusanos saliendo de sus entrañas, la imaginería que se podía presenciar era cruda.
Son estos fanáticos que usan una playera de una figura sin piernas haciéndole a una felación a una mujer crucificada, los que podríamos calificar como los más sensatos en un país como México, en el que vivimos rodeados de violencia, pero que a diferencia de la prensa y el gobierno, que luchan por su censura para reducir su impacto en la percepción de la sociedad y nuestra realidad, los seguidores de Cannibal Corpse, portan esa violencia en su día a día.
Es por ello que los conciertos de esta banda de death metal son tan catárticos; representan una oportunidad para desbloquear las imágenes cotidianas de nuestro país; asesinatos, feminicidios, asaltos, narcotráfico y violaciones.


El 31 de mayo, en un Circo Volador lleno, la banda liderada por George Fisher, también conocido como Corpsegrinder, se dio a la tarea de transgredir la censura en México y el resultado fue impecable.
La banda encargada de abrir el show fue Gatecreeper, una banda con menos de una década de historia originaria de Arizona en Estados Unidos, con una discografía y un sonido tan potente como el de Cannibal Corpse. Sólo hace falta escuchar canciones como “Craving Flesh” o “Puncture Wounds” para saber por qué la banda es fue la correcta para abrir el show.
Los gritos guturales de Chase Mason, los intensos riffs de guitarra de Eric Wagner e Israel Garza, los agresivos golpeteos de batería de Matt Arrebollo y el ensordecedor bajo distorsionado de Alexander Brown, fueron perfectos para darle a la audiencia lo que estaban buscando: un impetuoso comienzo a una velada con temática sangrienta.
El sudor ya era palpable cuando Gatecreeper se despidió del escenario y los primeros moshpits ya habían dejado volar las primeras playeras y vasos de cerveza al piso y techo del Circo Volador.






Tuvieron que pasar 30 minutos para que el acto estelar saliera al escenario, y en el tiempo que tardaron, hizo su aparición el Dr. Simi, pero no cualquier Dr. Simi, más bien uno vestido con una chaqueta de cuero que decía en la espalda Cannibal Corpse. En sus manitas tenía unas miniaturas de dos álbumes de la banda y colgado en el cuello portaba un cráneo de metal. Fue así que una de las figuras populares más icónicas de nuestro país, se sumó a la purga de la censura en México.
“The Time to Kill is Now” dio inicio al concierto y para la tercera canción, “Inhumane Harvest”, las primeras filas eran un caos de puños y empujones. Fue entonces cuando el Dr. Simi llegó a las manos de Corpsegrinder, quien dio las gracias por el diminuto regalo, y lo colocó arriba de uno de los amplificadores Marshall de sus compañeros, teniendo así, la mejor vista de todos los espectadores.

En este recital de gore musical también sonaron canciones como “I Cum Blood”, “Necrogenic Resurrection”, “Unleashing the Bloodthirsty”, “A Skull Full of Maggots” y “Stripped, Raped and Strangled”. Con cada tema, la emoción de todos los asistentes aumentaba y las melenas se sacudían con más agresividad.
Cada pausa había un coro gritando: “Cannibal, Cannibal, Cannibal” y después de casi una hora y media, sonó la canción que causó más furor: “Hammer Smashed Face”, la última canción del set.






Con sólo unas gotas de sudor, los dos miembros fundadores de la banda y los ejecutores más impresionantes de sus instrumentos, el bajista Alex Webster y el baterista Paul Mazurkiewicz, se despidieron del público mexicano, mientras que los guitarristas Rob Barrett y Erik Rutan incitaban a los mexicanos a levantar sus manos para tomar una foto. Y por supuesto, Corpsegrinder, el cantante, inundó el Circo Volador con un “goodbye” en el tono más grave que ha sonado en el recinto.
Fue así que el mar de playeras negras y rojas con el logo ensangrentado de Cannibal Corpse salieron del recinto, empapados de cerveza y transpiración, levemente golpeados, algunos sin playera, otros sin un zapato, pero todos sabiendo que esta ceremonia de catarsis había sido una de las más memorables en nuestro país.
A todos los asistentes al concierto, les dejo este mensaje: enorgullézcanse de que la Ciudad de México es probablemente el país con más playeras de Cannibal Corpse en el mundo, y que ante todo, ponerse una playera de cádaveres caníbales, los hace los más sensatos en un país que ignora su violenta realidad.
